El 15 de junio comencé mi viaje, me despedí de mi familia en el aeropuerto y a partir de ese momento estuve completamente sola. Minutos antes de subir al avión sentí un miedo terrible y estaba completamente sola, mi cuerpo hizo que comenzaran a salir lágrimas de mis ojos y no pude evitarlo. Cuando el avión comenzó a moverse experimenté la nostalgia por primera vez en mi vida y entendí cuánto significa Costa Rica para mí.
Durante el vuelo pensé tantas cosas que antes nunca me había detenido a pensar.
Cuando llegue a Texas, no sabía hacia donde ir una vez que saliera del avión, así que le pedí al muchacho que iba en el asiento de la par que si podía seguirlo y él me explicó dónde hacer fila. Era una fila impresionante y lo peor de todo es que no avanzaba, yo comencé a preocuparme porque ya eran las 5:40pm y mi vuelo de conexión salía a las 6:10pm. Cuando me entregaron el formulario de migración o no sé de que era estaba tan estresada que había olvidado hasta mi nombre y no podía escribir, afortunadamente encontré a una mexicana y ella me ayudo a completarlo.
Cuando llegué a la ventanilla recuerdo que sólo trataba de pensar en estar tranquila para que no pensaran que soy terrorista y me negaran el ingreso, pero cuando terminé de marcar mis huellas digitales lo primero que le pregunté al señor que me entrevistó fue “qué hora es?” y me dijo las 6:15pm, en ese momento sentí una desesperación terrible había perdido mi vuelo de conexión.
Días antes de mi viaje una amiga me explicó que cuando uno pierde el vuelo de conexión sólo tiene que ir a las ventanillas de la aerolínea y explicar que perdió el vuelo. Así que fui a recoger mi equipaje y le pregunté a un sobrecargo donde estaba la ventanilla de mi Continental. Cuando llegue las encargadas me dijeron que el siguiente vuelo salía a las 7:15pm. En ese momento eran casi las 6:40 fui a hacer la revisión del equipaje y corrí como loca a buscar la puerta que me correspondía. Ya había corrido hasta las cafeterías cuando descubrí que no tenía los zapatos puestos, tuve que devolverme y por suerte estaban en la bandeja todavía.
Finalmente llegue a la puerta de dónde salía mi vuelo y en ese momento pude pedir un teléfono a las aeromozas para avisarle al encargado de esperarme que mi vuelo se había retrasado, pero no logré comunicarme con él porque el único número de teléfono que tenía era el de la oficina y sólo saltaba la contestadora, así que dejé un mensaje indicando el número de vuelo y la hora de llegada, pero eso no me daba ninguna certeza de que alguien llegaría a esperarme a San Francisco.
Llegó la hora de abordar el vuelo de conexión. Yo me sentía mal, estaba mareada con dolor de cabeza y tenía muchísimo miedo, no sabía si alguien me iba a esperar o me tocaba llegar y dormir en el aeropuerto. Pedí jugo de naranja, pero seguía sintiéndome mal. Comencé a llorar y no podía detenerme era frustrante, la gente estaba preocupada y por momentos volvían a verme, pero nadie decía nada. Fui al baño para lavarme la cara y cuando salí una aeromoza había buscado a un pasajero que hablaba español y me dijo que le explicara a él lo que me pasaba. Entonces el muchacho me dijo que no me preocupara que siempre cuando un pasajero pierde el vuelo la aerolínea lo sabe y si la persona que lo espera a uno pregunta es muy probable que le digan en cuál vuelo voy a llegar y que faltaba muy poco para llegar. Eso me tranquilizó bastante.
Cuando baje del avión sólo recuerdo que comencé a seguir a unos muchachos que iban en mi vuelo y cuando baje las gradas para ir a buscar mi equipaje vi a un hombre que tenía un letrerito con mi nombre. En ese momento me volvió la tranquilidad. Él es el coordinador del programa, me explico que al día siguiente tenía que hacer mi primer viaje hacia la universidad. Pero que momentáneamente no me preocupara por eso, que sólo fuera a descansar.
Pronto contaré más de mi odisea!
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